Wednesday

Fusiones...


Hoy: los Andes mediterráneos en Extremo Oriente (동아에서의 지중해 안데스산맥):
sopa de miso con café y al limón

Hay que tomarla a las 00:46, si no ya no es la receta original... ;D
El autor

il tempietto in primavera...

(몇장 남음...***)




El pino oriental y sus atrevidos ángulos


señora recogiendo setas o flores con templo y cerezos




Buda (부처님)















Dora la Exploradora llegó a Corea

En el Insti de Tradu de literatura coreana (한국문학번역원)



desayuno saludable y vegetariano: gachas (죽) de verduras y leche de frijol/judía de soja

cerezos (벗꽃)...(Valle del Jerte en Seúl)


tras el magnolio (목련속, mognionsoc), el rey Seyong (세종) (1), que impulsó el desarrolló el alfabeto hangul (한글) hacia el siglo xvi.

(1) no quiero escribir "spanglishmos" como Saejong o Sejong...






Al fondo, parlamento de la República de Corea





, ion, cometa, cerf-volant, Drachen, 凧,

barrilete, en Argentina, la costa norte de Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. abilucho, cometa pequeña, en las provincias de Murcia y Alicante, Región de Murcia y Valenciana, respectivamente.(wikipedia.org)

decorado con Shillim (新林) y flores de alforfón (메밀꽃)

Saturday

Corea y los...


...Visitantes

Entre muchas cosas buenas que tiene la tierra de la serena mañana, no destacaría precisamente la forma de enfocar la relación con la gente de fuera (evito la palabra malsonante y excluyente que se suele emplear en castellano para referirse a las personas nacidas en otro país...).

Hay un sesgo demasiado evidente en el trato hacia los visitantes o residentes caucásicos o japoneses -por un lado- y todos los demás, por el otro. Hace poco, en un programa educativo de la TV para discutir el concepto de "discriminación" ponían como ejemplo un vídeo rodado en el centro de Seúl en el que dos turistas, uno blanco y otro del sudeste asiático, preguntaban por una dirección a los viandantes. En el caso del turista blanco -y a pesar de la timidez que suele caracterizar a los coreanos en lo que se refiere al uso del inglés- la gente se volcaba. Casi se iban con él hasta el sitio. El chico del sudeste asiático pasó el tiempo preguntando sin que nadie se parase siquiera a ver qué quería.

Creo que en ningún otro país del mundo se puede dar el insólito caso de que una persona no nativa de un idioma corrija a un nativo la manera en que éste se expresa en el idioma en cuestión, el suyo. No sé si tal cosa tendrá raíces en la filosofía confucianista, ni si entre coreanos será algo comúnmente aceptado. El caso es que no creo que sea una actitud que favorezca mucho el trabajo en equipo con personas de cualquier otro país. De cara a la internacionalización que con tanto afán busca el país, y la a que destina tantos medios, creo que la mejora obsesiva del nivel de los estudiantes coreanos en el conocimiento de lenguas o en la acumulación de información sobre otros países no es tan conveniente como lo sería realizar un esfuerzo por aumentar la receptividad y sensibilidad respecto a otras culturas y la adaptación a actitudes que prácticamente en todo el mundo son consideradas gestos que favorecen la convivencia y el intercambio cultural. Y es que los esfuerzos de Corea por adaptarse al mundo son un poco como la metodología que se suele aplicar en las escuelas al estudio de idiomas: compulsivos, poco observadores de la realidad exterior.

Al principio, cuando la gente me dirigía un saludo en inglés -lengua que antes me suponía una tremenda ayuda pero que últimamente intento no usar por las connotaciones colonialistas que tiene en este país- simplemente al ver mis rasgos occidentales, lo tomaba como una muestra de su hospitalidad para con los visitantes y como una expresión de su deseo de que me sienta lo más cómodo posible en un lugar que, después de todo, es muy distinto culturalmente de mi país de origen. Últimamente, sin embargo, no puedo evitar que esos saludos en inglés me suenen a recordatorio de la barrera psicológica que existe entre Oriente y Occidente, y de que, en Corea, una persona con rasgos occidentales siempre estará del otro lado de esa barrera por mucho que se esfuerce en integrarse. En la TV aparecen a veces personajes caucásicos que se supone se han integrado a la cultura y al idioma coreano -se supone que ahí reside su atractivo como estrellas de la pequeña pantalla-, pero lo poco que he visto esos programas me ha bastado para decidir que, si eso es lo que se entiende por integración, prefiero seguir siendo para siempre el turista recién llegado que, mapa en mano, pregunta por un museo.

Pocas cosas me han hecho sentir tan bien en este país como cuando la gente me hace sentir integrado. El detalle de la señora mayor y la máquina de café, que conté hace unos días, bastaría para compensar toda la discriminación que siento a menudo cuando la gente se niega a hablar conmigo su idioma o me trata como si fuese un infante. "Oiga, que soy extr..., no gilip..."- me siento impulsado a decir a veces. Pero la primera de esas palabras me resulta demasiado malsonante y burda para pronunciarla. Además, en coreano suena muy parecido a "extraterrestre". De hecho, yo tengo lo que en inglés se conoce como Alien Registration Card. Y también los siete pasajeros que me preceden...

Con un niño de 7 años fui hablando el otro día en el metro. No recuerdo cómo empezó la conversación. El pequeño iba con su madre; iban al hospital. Le di un boli original que había cogido en algún sitio y cuando le dije que estaba estudiando allí, me preguntó "¿estudias en el metro...?" con cierta extrañeza pero enfatizando lo cómico y dirigiéndose a mí con naturalidad, sin importarle que tuviese rasgos distintos a los que está acostumbrado a ver. Los niños no saben de prejuicios. Ni la señora del café. Qué bendición de encuentros. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido al dragón eléctrico del subsuelo por brindarme un espacio paralelo de convivencia e intercambio de sabiduría. Un niño algo rellenito, como yo cuando era enano, y con pinta de travieso pero de los que se te cae la baba, como todos mis sobrinos. Le dije a la madre de este niño que me recordaba a mi sobrinico el pequeño..

Pero, volviendo al tema àrido de imagen poco seria que las personas caucásicas -y en general todos los de fuera- tienen ante la gente de mediana edad de este país, creo que no es tanto culpa de los locales como algo que nos hemos ganado a pulso a través de las actitudes de visitantes y residentes como los que, procedentes de la metrópoli capital del Imperio, y con la impunidad que les brinda una legislación específica de índole colonialista- hacen de las suyas en los alrededores de los cuarteles que tienen por todo el territorio de este pobre semipaís, o los que por algún motivo se creen superiores al pueblo que los ha acogido y proporcionado la oportunidad de conocer una cultura rica y milenaria.

Esta es mi forma de verlo a fecha de hoy. A lo mejor mañana lo entiendo todo de otra manera.

Thursday

las 108 postraciones...

http://www.youtube.com/watch?v=27v6G5 http://blog.naver.com/hs219mc?Redirect=Log&logNo=130079560540

http://cafe.naver.com/indelamang8228.cafe?iframe_url=/ArticleRead.nhn%3Farticleid=1915&

http://blog.naver.com/om0005?Redirect=Log&logNo=140122048304&jumpingVid=D5D21ABB379B7D7FA5DB9B09557FB349DE0B

Wednesday

Paseo por la naturaleza..

ya asomó la primavera a CIudad Neón. Se hizo la interesante un tiempo.
Bañándose de naturaleza, el pintor aficionado del Petit Montmarte neoniano se dispone a renacer de las cenizas anímicas a que lo redujo la tormenta de las últimas semanas...




Pretendo al verde del sendero
vuelvo a la gruta gélida que me expulsó, a calentarla
encantadas pócimas en la despensa
Te invito, Naturaleza, a amores primigenios
guardián celoso de tu seno, no dejaré que acceda
diana alguna, explotadora, a tus encantos
si no ensarta primero mi pecho
colmado de abriles en honor a ti
***
Con Apolo ahora me aproximo
a tu margen silente
para que él cante, verdes, tus siluetas de Olimpo
y yo pinte tus murmullos,
son de alma cósmica
don de lo no creado
te haces luego musa,
tinta,
vida y elementos

Encuentro con autores..

...en el KLTI
Hoy y mañana.

Sunday

La señora del café


En el metro de Shillim, estoy esperando frente a la máquina de café y llega una señora como de 70, menudita y con el pelo rizado, sonrisa amplia y cálida de abuela . Me dice 여기서 커피 되요? 하나 사줘...(esta máquina es de café, no? Sácame uno, porfa).

Yo acabo de sacar un
율무차 (té de adlai) y le digo que elija el que le guste...
Señalando su riñoera, me comenta que lleva dinero, pero yo quiero invitar.

Ella dice
내가 사드려야되는데 미안하데 (me da cosa; más bien te tenía que haber invitado yo...)


Su forma de hablar me hizo sentir integrado en una cultura. Ese detalle me hizo pensar que el esfuerzo y el tiempo invertido aquí vale la pena. Creo que es la primera vez en mucho tiempo que alguien (exceptuando en tiendas, etc) se dirige a mí exactamente igual que a un local, sin pararse a mirar mis rasgos, mi indumentaria, etc.

La señora del café me alegró la tarde.


golosinas Made in Korea

Nokcha pang = pan de té verde

Koguma latte

pizza de batata

Wednesday

traducción de un libro...

Caro diario:

El dinero me hace falta y este encargo no está mal pagado, pero tendría que ser el cuádruple para que valiera la pena todo este trajín...
En todo caso si no tuviera déficit de atención/hiperactividad cognitiva y pensamiento perfeccionista compulsivo, probablemente me habría organizado y concentrado mejor...
Todo está interrumpido, acumulándose. Al final, uno no está ni a una cosa ni a la otra.
Ya no me quiero meter en más líos como éste...

Monday

Desayuno-cena



Como de costumbre, has dormido más de lo planeado. Tienes que enviar un correo electrónico para avisar a tu contacto de que tardarás unos días más en terminar la mitad del trabajo.

Son las 5 y pico de la tarde. Lógico, si piensas que llegaste a casa a las 7. Tampoco has dormido un tiempo excesivo.

Mientras te piensas si salir o no de debajo del edredón rosa, decides encender un momento la tele. Anoche viste una maqueta, con sus coches, sus aeropuertos...todo a escala, sobre la que habían vertido un tanque de barro que se lo llevaba todo por delante. Quieres conectar un rato con el informativo especial para cerciorarte de que esas escenas, como parece que dijeron después, no correspondían en realidad a la destrucción de una maqueta sino de coches y aeropuertos reales. Suerte que el control remoto está bajo la almohada.

Son los mismos presentadores que viste por la mañana. Están hechos dos pinceles; él con un peinado muy de moda, ella con una elegante chaqueta. Mantienen el mismo tono informativo agitado de la última vez. Ahora tienen en el estudio a un experto del Centro de Seguimiento Sísmico, que explica en actitud sosegada los pormenores de una colada de barro cuando arrasa con casas y campos de labor.

Anoche aguantaste más de lo previsto en la cafetería. Qué misteriosos mecanismos estarán detrás de que aguantes en tu posición o cedas al cansancio; qué enigmáticos procesos determinarán que estés animado o deprimido; qué combinación de botones y palancas tendrá que accionarse en tu interior para que consigas trabajar una hora seguida.

Pronto tendrás que modificar el cartel. Ya no necesitas colaboradores, sino alguien que te suceda. El problema es cuando te pregunten en qué exactamente te tienen que suceder...

Comentario: ¡ánimo!


La presentadora le pregunta al sismólogo si cree que habría tiempo de escapar de una colada de barro. A vista de pájaro se aprecia que su velocidad de flujo es muy considerable.

Anoche llegaste a la cafetería sobre las doce y media. Las primeras horas fueron de cálida conversación intercontinental con tus cómplices, estuvieron llenas del entusiasmo poroso que sale a flote en el océano de tus frustraciones y amenaza todo el rato con llenarse de agua y empezar a hundirse otra vez. Pero que te quiten lo bailado...Lo que es una pena es no haber dejado testimonio escrito de los pensamientos épicos que te rondaban mientras pintabas de colorines las fachadas cibernéticas de tu museo.
Después empezó a hacer frío, tus cómplices te animaron a seguir con el trabajo sin distracciones, y pasaste la mayor parte de la noche solo. La barra quedaba lejos de tu posición y los únicos clientes que entraban, con cuentagotas, venían ya a la deriva, esperando que pasara su marejada nocturna de licor. Deseabas que aclarase el día sólo para que llegaran unos cuantos clientes dispuestos a tener un día productivo a pesar de tener que trabajar en sábado y que, habiendo salido de casa con un buen margen de tiempo, pidieran cafés y bollería, y desayunaran despacio, disfrutando de lo que hacen. Te habría encantado verlo. Pero, cuando presumiblemente se dio esa escena en la cafetería, tú ya estarías envuelto entre la sábana azul y la rosa. Tenías los ojos como tomates y Concentración había seguido el camino de las demás musas.

Eres un rebelde. Contra tu rebeldía te rebelas.


Al salir de la cafetería, viste a un chico de unos veinticinco años cuyo cuerpo ocupaba media calle. Su cabeza reposaba en un montón de cartones botados por el personal de la cafetería. Te quedaste mirando un momento. Respiraba.

Por el camino, te acercaste a la camioneta que, de madrugada, siempre hay plantada en la acera, y donde una señora muy simpática ofrece tostadas con verduras a los transeúntes que se dirigen en estampida a la estación de metro, y que no tienen tiempo de sentarse a tomar un café y algo de bollería.

Tras dudar menos de lo habitual, te acercaste.

La conversación con la señora siempre es muy breve; lo que tarda ella en servirte el sandwich y tú en coger una botellita de soja. A lo largo de unos dos meses, te ha preguntado: “¿de dónde vienes?”; “¿dónde trabajas?”; “¿vas al trabajo, o vienes?”; “¿estás casado?”; “¿no echas de menos a tu pareja?.

Y el señor que siempre está allí con ella siempre comenta algo. “No parece americano; más bien de Oriente Medio”; “fíjate, los occidentales tienen la piel más lustrosa que nosotros”. Cuando lo de la pareja, se quedó escuchando atentamente...

Hoy te preguntó si habías oído lo del terremoto.


De camino a casa, vas repasando la tercera frase aguda de la noche: “Delante de él, caminos estrechos, precipicios, cuestas arriba, arenas movedizas (...). Detrás de él...De repente, lo de delante parece mucho más atractivo...”

El número de víctimas se ha multiplicado por 1,6 en el rato que has estado durmiendo. Los desaparecidos...ya ni lo dicen.

Ya tienes plan para hoy: intentar la heroicidad de terminar al menos una parte lo comprometido para el lunes. Hoy no vale la estrategia del avestruz; recuerda: el único camino posible es hacia delante...

No hay conexión a la red. Los cortes son relativamente frecuentes en los últimos días.

¿Empiezas a tomar las pastillas? Lo seguirás pensando hasta mañana.

Por suerte, el terremoto no se ha sentido en esta zona.

No hay conexión. Ya ha excusa para dar un paseo hasta un lugar de estudio nuevo.

Ah, olvidaste encender el calentador de agua.
Hoy estás exento de un afeitado de detalle.

¿Y si dedicas un rato a escribir todas estas pequeñas historias? Quizá resulte algo interesante...

¿Será verdad que no te ha afectado tanto la pérdida?

Así vale. Un poco de champú y fuera.

Menos mal que te lo dijeron por escrito.

Y, ¿si por lo de escribir, te enredas y ya no haces nada en lo que queda de día...?

Escribiste una nota en tu blog, la copiaste en tu muro de la red social, y estuviste unas horas apagado y meditabundo, aunque sin dejar por ello de poner diques para frenar las olas cognitivas, que nunca paran.
¿Será suficiente? ¿No surgirá más adelante la melancolía acumulada? Quién lo sabe.

Bajo el agua caliente, saltan detalles de ella. Hacía años que sólo hablabais por teléfono, lo cual no impedía que tuvierais una buena complicidad. Sí, está surgiendo la tristeza. Piensa en otra cosa.

Y no olvides que otras muchas personas seguirán su camino...

Capta tu atención el tono azul verdoso de un grumo de espuma de afeitar a la deriva en la masa de agua de unos cuatro dedos de profundidad que cubre el piso de la ducha. Tal vez habría que comunicarles la avería a los dueños. Eso también sería seguir el camino de delante. Intentas pisarla con tu chancla derecha. Hoy no escribas a los dueños; hoy no hay un minuto que perder.


En el mercado de valores, gente descolorida hace gestos espasmódicos. Diriges el remoto a la pantalla, amenazas a los brokers con el dedo sobre el botón de cambio de canal y, visto que no reaccionan, disparas. Los terremotos no llegan al universo espiritual hessiano. Me encanta este canal.


“A este ritmo, dentro de poco el problema ya no será si se puede salvar al paciente, sino cómo acortar su agonía”, fue la segunda idea que, en relación a las enfermedades del planeta, te asaltó poco antes de llegar al portal de tu casa esta mañana. Recuerdas haber tenido pensamientos más optimistas en las últimas semanas.

El portal escupe tu silueta rechoncha. Esa puerta de vidrio con lector de tarjetas de acceso es un puente rápido que conecta el mundo de las cosas bastante impredecibles con el de las cosas totalmente impredecibles.

Una señora de unos setenta años coloca cartones y bandejas en una carretilla. Acepta agradecida el café que le ofrece un joven muy dinámico y surgido de una tienda vecina.
Pasa un grupo de ancianos, todos con sombrero y envueltos en una conversación muy animada.

Sonidos del barrio. Quién pudiera pasar todas estas escenas a formatos reconocibles por el ordenador y los principales programas gratuitos de edición de vídeo.

En el autobús, no hay espacio para que te quites el abrigo. Empiezas a derretirte. Aquí no hay costumbre de pedir permiso, ni perdón, a la hora de desplazar a la gente para abrirse paso. Siempre te queda tu lengua nativa para despotricar; es un ejercicio muy sano y, después de todo, el teórico momento en que un estudiante de tu lengua nativa se gire hacia ti, casi tan sorprendido como tú, para confirmar que lo que has dicho lo ha oído antes, no tendrá tanto de escena incómoda como de comienzo de una gran amistad. Lo malo es la probabilidad de que tu nuevo compañero sea de menor edad que tú y vaya en tu busca con un grupo de amigos para que les invites a beber.

Tu periplo por el campus ha sido más corto de lo que pensabas. Y te has atrevido a preguntar.

Sólo faltaba que hubiera conexión.

Tú pides mucho. La hay, pero para suscriptores del servicio.

Aquí conviene estudiar con el abrigo puesto. ¿Hasta qué hora estará abierto?

Te costaría encontrar diferencias de importancia entre este lugar y la zona de estudio de una universidad situada a media hora del lugar del mundo donde naciste.


El pasillo te ofrece la distracción intermitente de personas, por lo general en grupo, que han estado estudiando un sábado y ya se dirigen a las principales zonas de marcha.

¿Pasarán la mayoría por casa antes de salir...?

No habría estado mal ir al templo ayer, después de la clase.

¿...o se irán directamente a tomar algo?

Probablemente lo del templo sería mejor que todas las pastillas juntas.

Pero tenías un fin de plazo de entrega.

¿A quién le vas a preguntar a qué hora cierran las instalaciones?

Siempre te pillan desprevenido los plazos. Hay que verte...

Tendrías que picar algo. ¿O será una treta para huir?

No te preocupes. Lo importante es que, si huyes a otra parte, tú te quedes aquí. Recuerda que no huyes sino de tu propia presencia.

Al parecer, hay un lugar muy acogedor para estudiar dentro del campus.

Ríos, bosques. Aquí sí están a escala. Pero eso es suficiente para tener la sensación de estar haciendo senderismo. Eso podría salvar el día.

Disfrutas del aire libre.

Sólo te preocupa no estar respirando lo suficientemente profundo.


Y no sabes si escuchar música o fundirte con el entorno en actitud hipersensible ante los sonidos naturales.

Por lo demás, vas de camino a casa. Tras unas cuantas vueltas por el campus, desistes de encontrar la esperada zona de estudio. El intervalo de aparición de personas a las que preguntar ronda los dos minutos. ¿Quién te dice que, si la encuentras, te vayas a poder concentrar?

Pero lo que te lleva a decantarte definitivamente por volver a casa es la idea de que si, como te han dicho, ese lugar lo cierran a las 2, a esas horas no tendrás medio de locomoción.

Has aprovechado el vagar por el campus para sacar unas tomas de vídeo. Ya sabes qué música le pondrás de fondo. Sólo con que consigas una historia, voilà.


Todo el mundo se baja. Apaga las luces. Ha dado la vuelta y se ha internado en el campus, de donde tú vienes. Otro conductor te había dicho que esa línea era la que te llevaba a casa.

Pega unos botes tremendos. Con la mirada fija en la pantalla, del tamaño de la palma de tu mano, intentas tomar nota de todo para, al menos, sacar una página de diario. No olvides apuntar lo del aire puro. Basta una incursión al campus para encontrarse en plena naturaleza.
No queda batería. Teclea más deprisa. El bus da unos botes de impresión. Con cada chincheta del camino, cambia la canción de fondo.

¿Puede ser que todas las cuestas del campus sean cuesta arriba? ¿No hay cuestas abajo? Parece un poco raro físicamente. Sin embargo, es así como lo has sentido, ataviado con un abrigo gordo, la maleta del ordenador, los bolsillos llenos de cosas, etc.

Desde detrás de la música, el conductor trata de avisarte de que habéis llegado a la última parada. Te quitas los cascos, pero no entiendes bien lo que dice. Te bajas. Gracias, que pase buena noche. Igualmente.

El canal. Basta que lo sigas para llegar a casa.
Unos chicos echan unas canastas. Desde un banco, una pareja muy acurrucada disfruta gratis del partido.

- Deme una. No, mejor deme dos- le darás una a tu vecino. Hoy te gustaría pasar un rato con él.
Lavas fresas mientras escuchas los rezos de fondo. Es casi medianoche; quizá habría que bajar un poco el volumen.

¿Será la vida del templo como aparece en las imágenes de fondo?

Y, ¿si alternaras el trabajo con lecturas entretenidas?

Adoptas una postura cómoda. Hoy sigues los rezos como oyente. Eres todo curiosidad. Las fresas no duran mucho. Habría que cenar así de vez en cuando.

No cambies de canal.

Y, ¿si dedicas la noche a dormir? Dicen que existe una cierta conexión entre la noche y el sueño...

Sí, pero, ¿y la fecha de entrega?

No cambies de canal. Conocer los detalles no te va a aportar nada.

Siempre te pillan las fechas de entrega.

Habría que mejorar los sistemas de predicción y alerta ante desastres.

(...)

¿Qué hora será...?
Supongo que no te ha venido mal dormir diez horas.

Venga; hoy te tiene que cundir.
Sigue sin haber conexión.

El espacio es muy reducido en los servicios de la cafetería. Saca el cepillo y la pasta. Pero ahí estás tapando el camino. Un chico espera pacientemente que dejes el paso libre y, cuando no le queda más remedio que pasar, te pide permiso muy educadamente. Se dirige a ti exactamente como se dirigiría a un local. Ni te trata ni mejor ni peor porque seas de fuera.

Un rato después, ves al mismo chico a través de la mampara. Está con un amigo en la zona de fumadores. Que no se vayan. Te gustaría retenerlos con cualquier excusa. Ellos representan el estado de ánimo que te permitió lavarte los dientes, pedir un café, acomodarte con parsimonia en una mesa con enchufe...

Me prostro arrepentido de los pensamientos, palabras y acciones con los que contribuyo a crear apegos.




Sunday

Quién fuera







Le gustaría recuperar aquel texto que escribió hace unos años en el café de Daum -cree-, sobre la amistad especial de las dos tocayas, F y F´, dos de las personas más queridas del mundo para él.
El dúo ya está cojo. Él lo supo hoy, a 10000 km de distancia, de la partida de F.
Le habría gustado estar hoy con F´...

Llevaba unos días dándole vueltas al gran dilema: ¿enfoque épico o racional; ¿romántico o práctico? Se supone que es una decisión fácil, o que ni siquiera llega a ser un problema, para quien es capaz de pensar en gris...

F nació en el escenario de los románticos periplos de Don Quijote y Sancho Panza.
Se fija en la foto de F, F´, sus amigos K y NH y el equipo de televisión desplazado desde el paralelo 38 para seguir los pasos del Caballero de la Triste Figura y su fiel escudero.

F y F´no pudieron elegir; la historia les obligó a ser siempre Sancho.

Él podría elegir y, en texto de cabecera que un día le dio F´, Walt Whitman le anima a que sea Quijote, Juan Gaviota, a que sea su proyecto, se funda con él, y no tema a los gigantes; recibe los refuerzos de José Luis Sampedro, Antonio Gala, Hermann Hesse...

Pero Sancho le dice que los gigantes sólo existen en su interior...

"Tenía vehículo propio, había conocido la Gran Muralla, y cerca de su casa vendían sandwiches de almendras y chocolate por 37 yuanes: su vida era perfecta, al menos según el manual...No obstante, si frotase la lámpara por error y el genio le obligase a pedir otro deseo-pensó, como en un intento poco convencido de quitarse de encima las telarañas de la apatía-, se decantaría por algo del tipo "ser capaz de tener una reacción espontánea" o "experimentar por una vez la sensación de ser un bicho espontáneo y sin programar". No es extraño, si uno piensa que siempre había soñado con ponerse en la piel de seres de otras especies...





Y Hesse, al recordarle el camino a Oriente, pone sobre su revuelta mesa el tercer enfoque, ni épico ni racional: el zen y la independencia respecto al apego a las cosas del mundo físico, que son el origen de nuestro sufrimiento.

Eso podría funcionar...y resolvería la cuestión de si, en una u otra forma, vamos a reencontrarnos después de la vida física con nuestros seres queridos. Claro que nos encontraremos, pero en forma de energía universal, libres de nuestros nombres y nuestras definiciones...

Vale -responde-, pero ¿cómo trasladar eso tan razonable a mi anímicamente agitada rutina del mundo físico...?



Ni Quijote ni Sancho, marzo de 2011


Tuesday

A bit of private sadness today... It´s the birthday of a buddy who doesn´t want to be so any longer... I feel like sending a happy birthday message but it would be a bit strange after her last message consisting of a thumbsup icon with no text...

And other friend said I have a problem with