Tuesday

escribir, vagar

Hay tardes que madrugan. Su brevedad roza lo eterno. Hay mañanas, paseos oníricos que se reanudan tras el intermedio del desayuno. Alternan. Nunca avisan de sus cambios de turno.

Hace unas horas-luz estuvo aquí. Vagó por las mismas cuestas arriba, abajo, sudores del llano y altibajos del espíritu mientras con la eficiencia de un vehículo de limpieza recorre el campus, senderos de montaña a cuyos costados brotan siempre, con el sonido de las pisadas, setas gigantes con bedeles y aulas. Setas con máquinas de bebidas. No hay cumbres.

También ayer llevaba en un morral de sabana todas las proyecciones diarias de su infinito proyecto.

También acabó sentado al borde del camino, conversando con el canal, que a escala de hormiga se moldea en cascadas panorámicas y a la suya es un niágara casi olvidado entre los pliegues de la búsqueda.

Hoy despertó en los mismos lugares y en otro hemisferio. La misma herrumbre de llanto erigida en punto de interés turístico , el minero, la joven madre y el labrador de pelo rizado junto al alma desnuda de media cintura enarbolando la bandera de los libros y las flores. El mejor amigo del mono con un barril de revolución al cuello, jadeo leve y constante de la lengua de piedra, dispuesta toda su lealtad canina a rescatar nuevos sueños del fondo de la Historia.

Hoy lo encontró su universo perdido de caracteres de imprenta. Se puso a leer y, de vuelta tras atender reivindicaciones de un cuerpo quejumbroso, lo absorbió una ventana dimensional de caramelo. Teclea, respira. Que te miren miles de gentes y lean en tus ojos la esperanza. Que a tus propias letras se asomen curas y remedios de la ardiente negrura de los ojos, para que no llegues tarde a la senda y puedas unirte a tiempo a la caravana amorosa de doctores siempre caribes que llevan candelas a la noche saltando continentes rotos...

luilui

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