I
y están listas las postales de la tranquila mañana
con aroma a mandarina, de rododendro ataviada
Su perfil es el de un cono; la cumbre, siempre nevada
en su seno largas grutas; cenizas son sus entrañas
y tupido el traje verde del monte que llaman Hálasan
el hogar del picapinos - ¡tac-tac-tac-taguri!”
y de verdor se engalana cuando cae la primavera
con su chaqueta rosada
Las faldas le caen tendidas hasta adentrarse en las aguas
de un mar índigo y turquesa donde los tifones pasan
puntuales cada estío, vaciando el cielo de agua
donde se arrojan los ríos en espléndidas cascadas
en tiempos ya muy remotos acogió el reino de Tamna
y florecen las leyendas en sus praderas doradas,
los vientos recios despeinan crines tupidas y largas
a galope por el verde de las laderas floreadas
El costado más de oriente una sorpresa depara- al caminante,
pues cuando la luna marcha
y el alba suave descorre la niebla de la mañana
se manifiesta un inmenso castillo de fósil lava
y es hoy una gran sartén, llena de verde su panza
y en la mañana una estrella, al rojo vivo y muy plácida,
va colando algunos rayos, entre almenas afiladas
del redondeado castillo, hechizo marino de hadas.
II
Donde se abre el bosque verde, y aflora la piel del Hálasan,
labraron los artesanos de la piedra y de la lava
o viene ya de la fuente de minerales y agua!
La casa, de paja y piedra, está muy bien custodiada;
la guardan hombres rocosos, setas rechonchas y humanas
con las manos en el torso, la sonrisa algo enigmática
media bellota en la testa, ojos amables de mantis
simpática, a los que llaman haruba,
Es conocida la isla por tres cosas que allí faltan:
robos; en las casas puertas; gente que no tenga casa,
y otras tres cosas se dice que se dan en abundancia:
viento, rocas y mujeres- pues en proporción escasa
están los hombres, que, un día, cayeron muchos, en masa;
allá en el cuarenta y ocho, cuando la isla temblara
en una nueva explosión, popular, que no volcánica,
cuando, opuestos la guerra, de la tijera foránea
que dividiera en dos mundos a la gente coreana,
y como esos ideales al poder incomodaran,
III
la respiración y el genio, pues, cuando pierda la playa
y el roquedo la armonía natural que allí se haya
ya no podrán zambullirse si no es a recoger balas
pues a la Isla de la Paz, como también se le llama,
Reserva de la Biosfera, Legado Mundial, y hasta
y que ya fue de las Siete Maravillas declarada
con festines, alborozo, colorida propaganda;
publicitada con pompa- ¡qué casuales circunstancias...!
Más parece“un-esco”-bazo en partes muy delicadas
pues junto al pueblo de Cang Chong, paisaje de luna volcánica
donde, al grito, de ¡Kurombi!, los niños cantan y bailan,
con la pala de un bulldozer le están dando, y con la llana
del poder, y con la excusa de la Pax Norteamericana
como empresa preventiva la quieren colar, camuflada
mas es temida por muchas
con velas y con guitarras; unos han ido a la sombra
por su actitud descarada; otros echaron raíces
en la costa amenazada
por la excavadora fría- por la guerra fría y vana
cosas de grandes potencias, competencia desatada
de escudos, murallas, miedo- todo ajeno a la gente llana
son niños y son ancianos, tienen las manos alzadas
un nazareno rebelde, de blanca túnica y barba
va del brazo de un ex príncipe, al que llamaban Siddharta
y de lejanas praderas llegan las canciones cálidas
de veteranos amigos de varias etnias y razas
del país de Luther King- ecos que el océano saltan
de Jerónimo y de Chomsky, que une su pluma a la causa
desde los cuatro confines se ven identificadas
gentes, pueblos que padecen de parecidas desgracias
y hasta el galán Redford dice, natural ante la cámara,
que la paz es el camino
y esas bases no hacen falta
La isla de Cheyu
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